septiembre 14, 2011

Lugares y más lugares.


Adentrarse en él es casi toda una osadía. Lugares que te envuelven y desvinculan de tu cuerpo, lugares que alienan y metamorfosean los sentidos. Un poemario antropófago y natural, lleno de contrastes como toda la poesía de Luis Miguel Rabanal.

El desasosiego, la calma... Espeluznante y cierto, en ello consiste la rotundidad del yo poético en Lugares. El descanso y la transición, la fiereza de los lugares.

Luis Miguel Rabanal vuelve a ilusionarnos, a nublarnos con su poesía. Nos ofrece, de nuevo, un trozo más de Olleir, un trozo de su memoria. Lugares es su nuevo poemario.






VII

A veces lo has ansiado exageradamente
y te conformas con volver a imaginar
el sitio donde estabas,
la edad verdadera de cuanto perdiste.
Amabas un cuerpo atisbando
desde Las Fuequinas la tarde.

En la distancia ella te informa
de que las nevadas no cubren aún,
no hay torva como cuando eras
pqueño, casi cincuenta años de amor
y cincuenta años de olvido.

Abusa de ti la memoria, no ceja
en su obstinación de negarte
el mínimo consuelo que producen
las cosas consumadas: juguetes
con óxido, un beso infrecuente,
muchachas entristecidas por tu causa.

Si quieres mirarlos
van paseando al Ariego sin hablar,
él cuenta que un mastín
lleva muerto varios días
frente a La Utrera y ni da olor
de tanto frío como hace.

Crees saberlo.
Escenas recogidas en el álbum
impertinente, los hermanos de nuevo
se han tenido que ir, quien te amó
declina ahora su aprecio
desde la indiferencia extremada,
pobre de ti.
También le escuecen hoy al amanecer
los ojos de añorar pecados, bah.



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