diciembre 29, 2012

La bruja de la infancia.

“Los libros que de verdad me gustan son esos que cuando acabas de leerlos piensas que ojalá el autor fuera muy amigo tuyo para poder llamarle por teléfono cuando quisieras” J.D. Salinger




También había una especie de cuartillo al que llamábamos “el palomar” porque contenía gran cantidad de animales como faisanes, perdices, gallinas y palomas que armaban un alboroto constante que aportaba vida a nuestro quehacer diario. También había un pozo a la derecha del palomar del cual se extraía agua para regar los cultivos. Mi madre siempre decía que no nos acercáramos al borde porque había una bruja hambrienta en su interior que devoraba niños a velocidades de vértigo. Esa historia que mi madre contaba para infundirnos miedo lo único que hacía era incrementar el interés de Isabelle y mío por saber que había en el interior. En una ocasión cuando la tapa del pozo estuvo levantada Isabelle y yo nos asomamos al borde con intención de ver las largas uñas rojas de la bruja que habitaba allí dentro, lo único que vimos fue la cara de desesperación de mi madre al comprobar que estuvimos a punto de caer al interior y morir ahogados.

noviembre 02, 2012

Vincent quiere al mar (Vincent will meer).


Vincent es un chico de 27 años con síndrome de Tourette, una enfermedad neurológica que se caracteriza por la presencia de tics motores y vocales incontrolables. La única persona con quien ha tratado y en quien confía acaba de morir, su madre.

Escrita por Florian david Fits, uno de mis actores favoritos, y protagonizada por él mismo, "Vincent will meer" es una pélicula dirigida por Ralf Huettner que ha ganado varios premios en Alemania.

El progenitor de Vincente decide internarlo en una clínica psiquiátrica donde conocerá a Marie, una chica con anorexia nerviosa, y a Alex, con tastorno obsesivo-compulsivo. Juntos escapan de la clínica robando el coche de la psiquiatra y emprendiendo una aventura hacia el mar de Italia, que será mucho más que una terapia. Cambiará sus vidas.


Esta interesante película alemana logra un excelente equilirbio entre drama, comedia y romance.La película mantien un ritmo perfecto con una calidad humana impresionante. Amarás las manías de Alex, comprenderás el rechazo a la comida de Marie y aceptarás las peculiaridades de Vincent como algo inherente a la condición humana.
"Vincent quiere al mar" nos aproxima al lado solidario de nuestra sociedad, un soplo de aire fresco al espectador.
Vincent resolverá sus problemas como por arte de magia y, de paso, tocará nuestros corazones.


octubre 20, 2012

Loving strangers



El mundo cierra hoy sus puertas.
El dorado estelar queda como residuo
cabaretero de orgasmos y orgasmos, orgasmos…
Tras una velada cansada de sexo y Gin Tonics.
Anthony and the Jonsons, sillas de madera y condones…
El licor de la juventud, bebido de nuestros ombligos mundanos
y nuestros sexos divinos.

El mundo cierra hoy, pero no por vacaciones.
Hemos subido a ese cielo de proporciones dolorosas,
reído, cantado, disfrutado, unabellavelada besado…
Los pelos, las salivas tersas, las aspiraciones.
Toda la adolescencia encerrada la hemos consumado.
He desvirgado junto a ti mi poesía,
junto a tu sexo…

El mundo cierra, pero no hasta el amanecer.
Podremos comernos la madrugada sin tenedor,
tedeseodemasiado, quizás colguemos cuadros
para decorar nuestras caras con precisión germánica.
Y no torceremos el gesto en una sonrisa vergonzosa,
fruto de sólofueunpolvomás, y no sé nada de ti.
Debemos disfrutar juntos más eternidades.

El mundo cierra para darnos intimidad.
Cierra la noche, se cierran las estrellas entre tus pechos…
Se cierran tus piernas tras uncunnilinguslargo, espero,
te haya gustado.
Cerramos las puertas del bar, nuestras bocas con ellas,
cerramos nuestros corazones hastasiempre…
Ese mechón te sienta fenomenal.

Me duele la luz del semáforo, o me duele que te vayas…
Ojalá te hayas escuchado, antes, la canción “loving strangers”.

abril 29, 2012

Eso parece



Nunca antes me había fijado en la cantidad de parejas homosexuales que se ven paseando por Venecia. Los encuentras caminado por los puentes, a la orilla de los canales, cenando en los pequeños restaurantes del casco viejo. No suele tratarse de dúos espectaculares, sino todo lo contrario: gente discreta, tranquila, a menudo con aspecto educado. Mirando a los demás aprendes cantidad de cosas, y en el caso de estas parejas siempre me encanta sorprender sus gestos comedidos de confianza o afecto, el reparto convencional de roles que suele darse entre uno y otro, la ternura contenida que a menudo sientes flotar entre ellos, en su inmovilidad, en sus silencios.
Pensaba en todo eso el otro día, a bordo del vaporetto que cubre el trayecto de San Marcos al Lido. Sobre la laguna soplaba un viento helado, los pasajeros íbamos encogidos de frío, y en un banco de la embarcación había una pareja, hombre y hombre, cuarentones, tranquilos. Se sentaban muy juntos, apoyado discretamente un hombro en el del compañero, en un intento de darse calor. Iban quietos y callados, mirando el agua verdegris y el cielo color ceniza. Y en un momento determinado, cuando el barco hizo un movimiento y la luz y la gama de grises del paisaje se combinaron de pronto con extraordinaria belleza, los ví cambiar una sonrisa rápida, fugaz, parecida a un beso o una caricia.
Parecían felices. Dos tipos con suerte, pensé. Aunque sea dentro de lo que cabe. Porque viéndolos allí, en aquella tarde glacial, a bordo del vaporetto que los llevaba a través de la laguna de esa ciudad cosmopolita, tolerante y sabia, pensé cuántas horas amargas no estarían siendo vengadas en ese momento por aquella sonrisa. Largas adoslescencias dando vueltas por los parques o los cines para descubrir el sexo, mientras otros jóvenes se enamoraban, escribían poemas o bailaban abrazados en las fiestas del Instituto. Noches de echarse a la calle soñando con un príncipe azul de la misma edad, para volver de madrugada, hechos una mierda, llenos de asco y de soledad.
La imposibilidad de decirle a un hombre que tiene los ojos bonitos, o una hermosa voz, porque, en vez de dar las gracias o sonreír, lo más probable es que le parta a uno la cara. Y cuando apetece salir, conocer, hablar, enamorarse o lo que sea, en vez de un café o un bar, verse condenado de por vida a los locales de ambiente, las madrugadas entre cuerpos Danone empastillados, reinonas escandalosas y drag queens de vía estrecha. Salvo que alguno -muchos- lo tenga mal asumido y se autoconfine a la alternativa cutre de la sauna, la sala X, la revista de contactos y la sordidez del urinario público.
A veces pienso en lo afortunado, o lo sólido, o lo entero, que debe de ser un homosexual que consigue llegar a los cuarenta sin odiar desaforadamente a esta sociedad hipócrita, obsesionada por averiguar, juzgar y condenar con quién se mete, o no se mete, en la cama. Envidio la ecuanimidad, la sangre fría, de quien puede mantenerse sereno y seguir viviendo como si tal cosa, sin rencor, a lo suyo, en vez de echarse a la calle a volarle los huevos a la gente que por activa o por pasiva ha destrozado su vida, y sigue destrozando la de los chicos de catorce o quince años que a diario, todavía hoy, siguen teniéndolo igual que él lo tuvo: las mismas angustias, los mismos chistes de maricones en la tele, el mismo desprecio alrededor, la misma soledad y la misma amargura.
Envidio la lucidez y la calma de quienes, a pesar de todo, se mantienen fieles a sí mismos, sin estridencias pero también sin complejos, seres humanos por encima de todo. Gente que en tiempos como éstos, cuando todo el mundo, partidos, comunidades, grupos sociales, reivindica sus correspondientes deudas históricas, podría argumentar, con más derecho que muchos, la deuda impagada de tantos años de adolescencia perdidos, tantos golpes y vejaciones sufridas sin haber cometido jamás delito alguno, tanta rechifla y tanta afrenta grosera infligida por gentuza que, no ya en lo intelectual, sino en lo puramente humano, se encuentra a un nivel abyecto, muy por debajo del suyo. Pensaba en todo eso mientras el barquito cruzaba la laguna y la pareja se mantenía inmóvil, el uno contra el otro, hombro con hombro. Y antes de volver a lo mío y olvidarlos, me pregunté cuantos fantasmas atormentados, cuántas infelices almas errantes no habrían dado cualquier cosa, incluso la vida, por estar en su lugar. Por estar allí, en Venecia, dándose calor en aquella fría tarde de sus vidas.

Perez Reverte

febrero 03, 2012

"Eso" de Czeslaw Milosz



Ojalá por fin pudiera decir qué está en mí.
Gritar: gente, les mentí
diciendo que eso no estaba en mí,
cuando eso está ahí siempre, días y noches.
Aunque gracias a eso supe describir sus ciudades inflamables,
sus cortos amores y juegos desmembrándose en humus,
aretes, espejos, el deslizar de un tirante,
escenas de alcoba y de campos de batalla.
Escribir fue para mí estrategia de protección,
de borrar las huellas. Porque a la gente no puede gustarle
aquél que alcanza lo prohibido.
Llamo en mi ayuda a los ríos en los que nadé, lagos
con puentecillos entre cedazos, valle
en cuyo eco la canción duplica la luz del anochecer,
y confieso que mis extáticos halagos a la existencia
sólo pudieron ser entrenamientos de alto estilo,
Pero abajo estaba eso, que no me atrevo nombrar.
Eso se parece al pensamiento de alguien sin hogar, cuando
atraviesa la ciudad ajena, congelada.
Se asemeja al momento cuando un judío cercado ve aproximarse
los pesados cascos de los gendarmes alemanes.
Eso es cuando el hijo del rey se dirige a la ciudad y ve el mundo
real: pobreza, enfermedad, vejez y muerte.
Eso puede ser comparado con el inmóvil rostro de alguien
que entendió que fue abandonado para siempre.
O con las palabras del médico sobre la sentencia inevitable.
Porque eso significa enfrentar un muro de piedra
y entender que ese muro no cederá ante ninguna de nuestras súplicas.
Versión de Agnieszka Kawecka

enero 20, 2012

Muerte no te enorgullezcas, John Donne.



Muerte no te enorgullezcas,
aunque algunos te llamen poderosa y terrible,
puesto que nada de eso eres; 
porque todos aquellos a quienes creíste abatir no murieron,
triste muerte, 
ni a mi vas a poder matarme, 
esclava de lado, 
la fortuna, los reyes y los desesperados, 
si con veneno, guerra y enfermedad y amapola o encantamiento 
se nos hace dormir tan bien y mejor que con tu golpe, 
de qué te jactas, 
tras un breve sueño despertamos a la eternidad y 
la muerte dejará de existir, 
muerte morirás.






Texto original:

Holy Sonnet 6, “Death be not proud”

DEATH be not proud, though some have called thee
Mighty and dreadfull, for, thou art not so,
For, those, whom thou think'st, thou dost overthrow,
Die not, poore death, nor yet canst thou kill me.
From rest and sleepe, which but thy pictures bee,
Much pleasure, then from thee, much more must flow,
And soonest our best men with thee doe goe,
Rest of their bones, and soules deliverie.
Thou art slave to Fate, Chance, kings, and desperate men,
And dost with poyson, warre, and sicknesse dwell,
And poppie, or charmes can make us sleepe as well,
And better then thy stroake; why swell'st thou then;
One short sleepe past, wee wake eternally,
And death shall be no more; death, thou shalt die.