febrero 27, 2015

Remendar el alma hecha jirones

"Ve a menudo a la casa de tu amigo, pues la maleza prolifera en un sendero no recorrido." Ralph Waldo Emerson.



Es ese rescate el que con mucho le hará sufrir. Ese rescate necesario y contradictorio, contundente, el que debería servir de norma sistemática en nuestros presentes porque, doloroso o no, motiva el crecimiento. 
Nadie es capaz de escoger sin miedo, nadie salva a nadie si no tuviera miedo de perderlo, nadie arriesga sin miedo a perder, nadie declara una guerra sin... Eso, el miedo. Me pregunto quién es más cobarde, si el que nunca lo siente o el que nunca lo enfrenta porque ambos tipos de personas quedan confinados a un espacio muy reducido donde su actividad no supone una amenaza, al menos previsible, para su estabilidad física, mental, social y emocional.

El miedo es jodido, en ello estamos de acuerdo. Es quizás la única estrategia con que cuenta la naturaleza para garantizar la supervivencia individual, al menos en teoría. El miedo paraliza, absorbe, reduce, mutila, elimina y vence; especialmente cuando dejamos que crezca en nuestros adentros sin ponerle límites, sin plantarle cara. Todos somos susceptibles a él en mayor o menor grado, en función de cuánto nos aferramos a aquello que tenemos (o que creemos tener). Pero déjeme decirle que esa seguridad es ilusoria, tanto como puede serlo su miedo a cambiar o a explorar nuevos campos. Esa seguridad es solo una apreciación de su vida de un modo muy subjetivo. El pleno convencimiento de tener lo que posee no le garantiza conservarlo, ni siquiera garantiza que sea usted su verdadero poseedor.
Lo mismo ocurre con el miedo, ese sentimiento que le impide actuar está solo en su cabeza mientras deje que lo esté. Todo lo que merece la pena implica riesgos, incluso el riesgo a perder lo que cree que es suyo está justificado si es capaz de perseguir lo que piensa que puede obtener. 

Solo poseemos nuestra propia vida, el resto de elementos son volátiles dado que hoy están y un segundo más tarde pueden desaparecer. Comprométase con usted mismo, con su autorrealización, anímese a caminar por el sendero no recorrido, atrévase a hacer algo que no haya hecho jamás. El temor está ahí, por supuesto, pero él es el rescate que necesita porque cuando lo supera estará transgrediendo sus propios límites. El miedo es la señal de que algo va a cambiar, es el gatillo que lo dispara hacia el crecimiento.

Y sí, esto va de valentía, de ese tercer grupo de personas que ven el riesgo, lo temen y lo saludan a la cara justo antes de proclamarse vencedores de su batalla particular. Ese tipo de personas que enfrentan la adversidad con aquella sonrisa humilde y una flor en la mano. Ese tipo de personas que prefieren caerse a ser ejecutores de su propia traición. Un aplauso por ellos, porque son los impulsores de los cambios que este mundo experimenta. Ellos son los protagonistas que, con el alma hecha jirones, construyen el ejemplo de superación que tanto necesitamos.