septiembre 24, 2011

El suicidio.


No preví que punzarían mi cuerpo.

Ni tan siquiera la córnea y la orina estaban ya.

Los suicidas traicionan el cuerpo de antemano.

Estos descarnados versos, en boca de Anne Sexton, quien se suicidó en el 74 tras escribirlos, nos hacen reflexionar sobre la fragilidad de la vida, sobre su aleatoriedad y causalidad. Un fenómeno fortuito y asombroso, pero casual al cabo.

Podemos entender la muerte como la consecución del final de la vida, especialmente en aquellas personas que deseamos seguir viviendo, o que no deseamos morir, que es lo mismo. El suicidio, entonces, supone la decisión voluntaria de interrumpir la vida, desestructurarla e incidir en tu propio destino de una forma activa y no como paciente del devenir.

La felicidad se entiende como la usencia de miedo, esta es la tesis que se abduce de Viaje a la felicidad de Eduad Punset, donde el divulgador científico analiza todas las dimensiones de la felicidad. Con todo ello podemos inferir que realmente la infelicidad es la presencia de miedos, de grandes temores que cuando vemos, superan proporciones resolubles, desembocan en suicidio en muchos casos.

La causa más común de suicidio es la infelicidad, así queda demostrado por ejemplo en Corea, uno de los países con mayor tasa de suicidio, unos 200 el año pasado, y además es uno de los países con mayor tasa de infelicidad.

¿Sería entonces un error establecer una relación de causa/efecto entre la tasa de infelicidad y la autolisis?

El suicidio en la literatura tiene una impronta especialmente grande, ya que ésta al ser un medio artístico, sirve como vía de sublimación de la frustración y las emociones negativas que nos aprisionan. Más allá del suicidio, la muerte es un tema recurrente y existencialista en la literatura.

Así, genios como Horacio Quiroga, cuya vida estuvo marcada por los suicidios de su padre, su mujer, dos de sus amigos y dos de sus hijos. Una vida tan decadente, como cabe esperar, terminó con su propia muerte por ingestión de cianuro en 1937.

“Hay sentimientos a los que no se puede dar cuerpo verbal, mas que es posible seguir perfectamente con los ojos cerrados”

En Federico García Lorca, poeta y dramaturgo español, cuya vida también marcada por la muerte, la Guerra Civil y el exilio; le otorgó una predisposición literaria al suicidio. Así podemos encontrar en su obra Yerma, cómo ella mata a su marido y termina con las desgarradoras palabras: -He matado a mi hijo. Aunque estrictamente no se entienda como suicidio, sabemos que ella estaba obsesionada con la maternidad, que un hijo le daría la vida.

En otra de sus tragedias, La casa de Bernarda Alba, la joven Adela termina suicidándose al imposibilitarle su autoritaria madre, disfrutar del amor verdadero. Bernarda, al final de la obra pronuncia estas palabras que rozan la barbarie:

¡Descolgarla! ¡Mi hija ha muerto virgen! Llevadla a su cuarto y vestirla como si fuera doncella. ¡Nadie dirá nada! ¡Ella ha muerto virgen! ¡Avisad que al amanecer den dos clamores las campanas!

En Bodas de Sangre, la última de las tragedias, la vida de los personajes también está marcada por la desgracia y la muerte, así terminan matándose unos a otros.

Sin duda el legado literario sobre el suicido es inmenso, buena fe de ello da la obra del escritor y filósofo rumano Emil Michael Cioran. Sus planteamientos iban en la llamada filosofía del absurdo, con un sentimiento de divisar el abismo, estaba fuertemente influido por Nietszche y Schopenhauer. Sentía una fuerte frustración por el hecho de existir, lo cual lo hacía enfrentarse consigo mismo. Encontraba sugerente el suicidio como forma de vida. Aunque parezca contradictorio, no llegó a suicidarse, sino que murió de causas naturales a una edad avanzada.

"Soy sólo un accidente. ¿Por qué debo tomarme en serio?"


Además contamos con una larga lista de poetas suicidas como Cesare Pavese.

Vendrá la muerte y tendrá tus ojos

- esta muerte que nos acompaña

de la mañana a la noche, insomne,

sorda, como un viejo remordimiento

o un vicio absurdo. Tus ojos

serán una vana palabra,

un grito callado, un silencio...

También Sibilla Aleramo, Antonia Pozzi, John Berryman, Sylvia Plath, Anne Sexton a quien mencionamos antes…

Gabriel Ferrater, por ejemplo de poesía castellana, se suicidó en el 72 en Sant Cugat, y escribió:

"Estoy más lejos que amarte /.../ No soy sino la mano con que tú palpas"

Por supuesto no podemos pasar sin recordar el suicidio de David Foster Wallace, de quien nos habló Enrique en una ocasión, a penas después de leer Entrevistas breves con hombres repulsivos en 2008.

También podríamos analizar los suicidios en la obra de Shakespeare como los de Romeo y Julieta, o el de Ofelia, pero todo ello nos llevaría mucho tiempo.

Quizás esa necesidad tan humana de buscar vías o mecanismos para canalizar el estrés, la presión que ejerce la vida, los acontecimientos consuetudinarios; nos lleve a escribir estos macilentos textos que nos asombran y maravillan a parte iguales. El desgarro y el desasosiego que se suman a la angustia de la existencia misma, especialmente cuando sientes que la presión que ejerce el ambiente, superan las vías de escape, y te intoxicas.

Quizás el sufrimiento sea necesario para engendrar belleza, aunque el espíritu vitalista y el instinto de supervivencia de la mayoría, nos haga pensar en el suicido como la vía equivocada. Lo único cierto es que no sabemos si lo es o no.

“Las horas vienen reguladas desde el interior del reloj. Si movemos las agujas, modificamos las cifras, pero no la marcha del destino. Desertemos a donde desertemos, con nosotros llevamos nuestro uniforme congénito; y ni siquiera en el suicidio logramos escapar de él. Es preciso que nos elevemos, que nos elevemos también a través del sufrimiento; entonces se vuelve más comprensible el mundo”.

Erst Jünger, Radiaciones.

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